El grito
canto ardiente
de media noche
solo,
o con su soledad
se disuelve
como gota eterna
en el grifo de universo.
Ërase mi voz,
mi sola presencia
una pregunta
una certeza medio viva
que desesperaba
a unos pocos;
era yo un pequeño ermitaño
en la cueva de Platón
embelesado con las formas
de la penumbra.
Empujado a existir
ahora soy:
una verdad lógica e innegable
de naturaleza contradictoria
guiado y criado
por cajas estúpidas
e ideas ajenas,
he conocido a los de mi especie:
se alimentan de todo,
raza parásita y dominante
en gracia de Dios "única".
He huido de lo que me rodea,
llegué a París,
no vi la torre Eiffel,
en frente estaba El Museo de Prado,
hay un Arco del triunfo,
camino al Sena
hay una carretera costera
parecida a Patanemo
y Notre Dame se parece
a la catedral de Mérida.
Atrás
quedo mi cueva Platónica
ahora
lucho por mi subsistencia,
esperando volver
aunque sea dormido
al París de mis sueños.
domingo, 3 de marzo de 2013
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